miércoles, 26 de septiembre de 2012

Un crucero por el Rhin (I)



Durante la primera quincena de septiembre me desmelené por unos días. Antes de que la pandilla de ineptos que nos gobiernan terminen de arruinarme-, pensé-, me gasto los cuatro euros que me quedan en disfrutar de la vida. Y me enganché en un crucero por el Rhin.
Empezaré por decir que en Alemania se habla un idioma ininteligible. Es la primera impresión que se percibe al poner los pies en tierra y, aunque podría parecer una observación baladí, merece un punto de reflexión pues podría ser esta la razón de la falta de entendimiento entre la canciller alemana y el resto de dirigentes comunitarios.
¡Por favor, no entrar!
También es notorio que en Alemania no se pide, ruega o solicita. En Alemania se ordena y exige. Al menos eso se desprende del diálogo duro y enérgico que se oye por las calles y viene a confirmarlo el hecho de que la mayoría de letreros informativos estén plagados de signos de admiración.
Pero esta realidad no es, en modo alguno, peyorativa. La idiosincrasia alemana ha convertido el país en una potente máquina capaz de sacarla de cualquier atolladero. Destruida desde sus cimientos tras la segunda guerra mundial, supo renacer como Ave Fénix y tras la disolución de la Unión Soviética absorbió la pesada carga de una Alemania oriental descapitalizada y mísera.
Hacer un estudio comparativo entre Alemania y España sería un trabajo arduo que escapa a mis posibilidades por lo prolijo. Me limitaré, pues, ha destacar cuatro datos.
El padre Rhin, totalmente encauzado, es vía de comunicación por la que circulan diariamente miles de toneladas de mercancías y cientos y cientos de pasajeros. Paralelos a su curso, las autopistas y el ferrocarril compiten en actividad con el río. En un rato de observación contabilicé el paso de nueve trenes en una y otra dirección, tres de pasajeros y seis de mercancías, en el corto periodo de quince minutos. Explotación máxima de una infraestructura pensada para sacarle rendimiento. Mientras, nuestras vías son caminos de hierro yermos en los que gobiernos de uno y otro signo han enterrado miles de millones sin provecho. Podría decirse lo mismo de los aeropuertos. Media docena de grandes aeropuertos tejen la telaraña aérea del país.
En Alemania existe corrupción, claro que sí. Pero al dirigente corrupto se le extirpa sin contemplaciones con lo que se gana en eficacia y productividad. En España se monta un circo en torno al corrupto y se le premia con un programa de televisión. Si además es inepto, torpe y vago hasta se le puede ofrecer la prebenda de un cargo político.
Mientras la ceguera de nuestros gobernantes nos sume en la miseria con recortes, reducciones y subidas de impuestos, los alemanes invierten en educación e investigación el 9% del PIB, priman la iniciativa privada y desgravan la creación de empleo. A modo de ejemplo del resultado de una y otra táctica, en la zona oriental, la más deprimida de la actual Alemania, el paro es de un 12%, ¡la mitad del español!
Los alemanes han hecho causa común con su pasado y lo han arrumbado al olvido, más preocupados por un porvenir boyante en el que trabajan y se esfuerzan a diario. Así, nadie habla de la pasada guerra y de las atrocidades que se cometieron. Pasar un velo y dejar a la historia el juicio es un compromiso tácito del pueblo alemán. Quizá deberíamos aprender y dejar de lanzarnos imprecaciones, insultos y amenazas, recordándonos unos a otros el pasado fascista o la militancia roja de padres y abuelos. Poco futuro se nos puede augurar a los españoles si somos incapaces de olvidar después de ochenta años.
En otro orden de cosas es curioso observar que el metro y los aparcamientos públicos carecen de tornos y barreras de control. El individuo es consciente de la obligación que tiene de pagar el billete o la entrada: ¡igualito, igualito que en el Metro de Madrid!, (por poner un ejemplo). Claro que esto es mera educación. Lo mismo que cruzar un semáforo en rojo: el peatón que lo intente, si es pillado en la falta, se enfrenta a una multa de 30 euros. O tirar una colilla al suelo, penado con 90 euros.

Y qué decir del respeto a la naturaleza. Las mascotas pueden viajar en los transportes públicos sin que nadie se asombre o moleste (cumpliendo unas normas básicas de seguridad, naturalmente). Y en la vía pública, a la puerta de monumentos y comercios, aparecen recipientes para dejar comida y bebida a los perros mientras sus dueños están dentro. En España, por el contrario, se humilla, tortura y mata animales con el único objeto de satisfacer los más bajos instintos de la bestia que algunos llevan dentro. En Castilla, para vergüenza ajena, tenemos uno de los más salvajes ejemplos con el consentimiento y beneplácito de las autoridades que no hacen nada para evitar esa barbarie, so capa de mantener una tradición cultural. ¿Pueden considerarse cultura la crueldad y la violencia? Quizá lo sean en una sociedad de fútbol, toros y pandereta, no en una sociedad responsable. Como castellano y como persona me siento hondamente abochornado. También como burgalés, pues he tenido noticia de la existencia de una estúpida fiesta de este jaez en nuestra provincia, con aves de corral.
Ultima comparación: en la zona de embarque del aeropuerto de Frankfurt aparte de las tiendas, secuelas inevitables de todos los aeropuertos, hay máquinas de bebidas calientes (cafés, leche, infusiones) totalmente gratis a disposición de los viajeros. Tal cual a uno que yo me sé donde por un café con leche te clavan 2,30 euros.
Y no he empezado a hablar del crucero. ¡Dios santo, en qué estaría pensando!
Bueno, como no quiero hacerme pesado dejó aquí mi relato y  prometo volver dentro de unos días con la aventura propiamente dicha del crucero.


2 comentarios:

Breken dijo...

¡Que ganas tengo de leer la crónica del crucero! Alemania tiene pinta de ser un país no solo bonito, si no mucho mejor que en el que estamos viviendo, una pena que también lo gobierne quien lo gobierne...

-Tu Nieto, el que sabe escribir.

Esther Pardiñas dijo...

y pensar que estuvimos gobernados por unos cercanitos a ellos...veanse Habsburgos o Austrias...en fin si hubieran seguido a lo mejor ahora estabamos comiendo salchichas en lugar de jamón serrano. A mi también me gusta mucho Alemania y la seriedad que tienen y los cafes gratuitos de los aeropuertos y la educación...que por cierto algunos pierden en cuanto llegan a España ¿será el clima? Estoy deseando seguir leyendo así que...

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