Incertidumbre. (Primera
entrega).
Buscó con ahínco en el inhóspito desierto, en las
selvas lujuriosas, bajo tierra, asomado a la bocana del infierno.
Pero era el único superviviente y sólo encontró su
imagen reflejada en el espejo de las aguas.
La llamada
del instinto. (La saga continúa).
Se avitualló de esperanza antes de comenzar el incierto
éxodo bajo la mirada solícita de las arpías.
Una perversión incontrolable le empujaba hacia su
destino.
Los dioses
tienen la palabra. (Exterminio
final).
Si alguna vez existió el Edén estuvo allí, el lugar
adonde le habían conducido sus trémulos pasos. Plácido, silente, al abrigaño
del musgoso murallón que detenía los fríos del norte
- Arroja tu semilla en la tierra-, le dijo la voz-, y
tu descendencia será innumerable.
Obedeció ciegamente, desperdiciándola en vano, porque
no había mujer que la recibiese y ello aceleró su propia destrucción.
Fue el último humano que acarició los musgos de la
escarpadura, luego las arpías se aburrieron mortalmente.