viernes, 9 de diciembre de 2011

A vueltas con la Navidad

La Navidad, como fiesta, está siendo muy cuestionada desde distintos frentes. Por un lado se ataca la dilapidación y el derroche frente al hambre y la miseria imperantes. Por otro la inmisericorde obligación que nos impone de ser felices cuando muchas personas están abocadas a la soledad, el sufrimiento y el olvido, con pocas alegrías que celebrar.

Este tema debería ser fustigado en lo más jugoso de los lomos hasta dejar las costillas al descubierto. Otro día quizá lo haga. Hoy no me siento con ánimos para ello. Prefiero dar varapalo a cuestiones más banales aunque, no por ello, menos importantes.

Hace unos días se ha abierto en Burgos, en la plaza del Rey San Fernando, el mercado del frío, no porque se venda frío sino por ser frías las fechas durante las que permanece abierto. Es un mercado navideño organizado por la Federación de Empresarios del Comercio y el Ayuntamiento donde pueden adquirirse los más diversos artículos tanto de alimentación como de vestir, de ocio o de adorno. Y para solaz y divertimiento de los más pequeños se ha levantado una monumental carpa transparente y climatizada.

Y aquí es donde entra en juego la madre del cordero. Los pequeños andan locos pensando en los juguetes y regalos propios de estas fechas y, muy acertadamente, se ha dispuesto que los niños puedan hacer sus peticiones y empiecen a acariciar con la imaginación la inminente llegada de la muñeca de moda, el tren con sus raíles y estaciones, la incombustible lotería o el último artilugio electrónico.

Sentado en una silla, sobre una tarima, han colocado al gordo seboso con rostro de borrachín impenitente, vestido de rojo, llegado de Yanquilandia. Claro que éste, como puede verse en la fotografía, ni siquiera es gordo. Al menos los responsables del desaguisado podían haber buscado un Papá Noel más acorde con su imagen habitual. (Le sobra ropa para hacer dos trajes y es más aburrido que ver hacer bolillos).

Tratamos de defender y promocionar las virtudes y productos de nuestra tierra con un mercado merecedor de aplauso y alabanza. ¿No podríamos también defender nuestras tradiciones?

Nos quejamos de la fiesta de Halloween, fiesta idiota donde las haya, defendida por los partidarios del consumismo desbocado, que no aporta nada nuevo a la nuestra de Todos los Santos. Denostamos la comida basura que nos llega del otro lado del Atlántico y queremos oponerle la dieta Mediterránea, más sana, alimenticia y sabrosa. Andan por ahí nuestros políticos bregando para conseguir la independencia europea del dólar.

Mientras tanto, en esta ciudad de Burgos, ciudad de nuestros dolores y de nuestras alegrías, alguien echa en olvido a los entrañables Reyes Magos, personajes con enjundia, tradicionales hasta el tuétano, y nos encasqueta un bufón torpe y sin gracia. Es como para contratar un ejército de plañideras.

Lamentablemente esto no es nuevo ni único. Son muchísimos los comercios que acostumbran a poner en sus escaparates rótulos en inglés, haciendo un feo a nuestra lengua materna. ¿Acaso suena mejor ese idioma gutural y onomatopéyico que nuestro cadencioso castellano?

¿Mejor “pin” que “insignia”? ¿Mejor el anodino “bell” que la sonora “campana”? ¿Preferible el insulso “ring” al cimbreño “timbre”? ¿O “ticket” antes que “billete”? Nos estamos haciendo un flaco favor con tan desmedida e insoportable anglofilia.

Es curioso que se respete más, se defienda más y se tenga más en consideración el castellano en países del otro extremo del planeta que en la cuna donde nació.

En fin, de todos modos, feliz Navidad. Los tontos abundan más que el polvo y nos lo seguiremos tropezando a la vuelta de cada esquina. Que no nos amarguen las fiestas.

Y, eso sí, quien no pueda ser feliz, no está obligado a serlo y para él todo mi apoyo y afecto.

2 comentarios:

Raquel DeGamonal dijo...

Te dejo aquí el enlace a los comentarios a este post que se han hecho en Facebook (creo que podrás verlo sin problemas) :)

http://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=207689562643878&id=1582743452&notif_t=share_comment

P MPilaR dijo...

Hay tanto que decir de esta rutinaria, aburrida, manoseada, despersonalizada Navidad, que lo único a que llego en conclusión es que entre todos, Iglesia incluída, hemos creado este subproducto de desecho, o casi, que nadie ni nada es capaz de desmontar.
Una verdadera lástima.
Pese a todo, me sumo al deseo universal y ¡Felices fiestas!
Muy bueno tu post,

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