¡Pobre muchacha!
El maldito fraile le arrebató el alma, la envolvió en una mortaja de pecados y de seguida la sepultó en los infiernos. El cuerpo lo abandonó al albur de siniestros compadreos, a la puerta del convento.
Después, sin prisas, se atusó la cuerna y salió a decir misa.
miércoles, 11 de enero de 2012
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