domingo, 27 de agosto de 2017

Indigestión



Todo empezó con un empacho de resilencia brumosa.
Ansioso, la deglutió sin conocimiento. Abotagado el estómago, se le demudó el semblante y la mirada se le perdió por espacios obscenos.
Temiendo por su vida la familia dio aviso a los servicios de urgencia. El docto consejo de galenos determinó aplicarle dos enemas: uno por el esófago y otro por salva sea la parte, en espera de que alguno surtiese efecto.
Resultado de esta maniobra fue la evacuación turbulenta del aparato digestivo con abundancia de truenos y granizo.
Uno, dos, hasta tres baldes llenaron de una sustancia indescriptible.
Después una septicemia, no prevista por el equipo médico, se lo llevó a mejor vida, llamada así no sabe por qué porque nadie ha regresado con pruebas.
Como resultado colateral de estos vaivenes se desestabilizó la vírgula de la letra eñe, yendo a estrellarse contra una losa de granito en la entrada a la catedral.
Caño, leña, peñazo y otros tantos vocablos quedaron huérfanos de pronunciación y fueron al cielo del léxico con las demás palabras olvidadas u obsoletas que esperan su reencarnación.
Terribles consecuencias de un acto inconsciente.
Moraleja; si encuentras una resilencia brumosa, déjala seguir.




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