sábado, 7 de septiembre de 2013

El concierto



El silencio, como plomo derretido, se abatía sobre los espectadores. Los hombres estiraban el cuello huyendo de roces almidonados, mientras las damas se afanaban en dar a sus pechos aire de picarona insinuación.
El trombón se acomodó con teatralidad y aplicó los labios a la boquilla.
Podía oírse el batir de las pestañas.
Vibró el primer acorde haciendo temblar las lágrimas de la araña que colgaba del techo. En algún palco, una mano de enamorado buscó el brazo de la amada y ambos se estremecieron.
Ahora el arpegio debía estallar como una erupción de notas ensordecedoras. El trombón hinchó los labios y se aprovisionó de aire pero al soplar sus intestinos tuvieron la ocurrencia de expelerlo por el conducto extremo y un trueno infamante arrebató la sala.
El amante quedó suspenso, la joven desilusionada, el maestro corrido y los espectadores joviales.
Un éxito de concierto.